miércoles, 12 de junio de 2019

Invulnerable



Siempre quise ser invulnerable.
Vaya síntoma.

Soy (ahora también), una formidable cáscara con destellos de belleza; un elegante pasar, un entrecruzamiento sensual entre la lengua y la risa, una mirada en espiral hacia el otro lado del más allá. Un ser en alerta y desnudo.

Invulnerable a una amenaza a veces sorteada con dignidad, a veces intuida en un relámpago de sabiduría.  Una amenaza siempre elusiva y siempre presente, como la muerte misma.

Saber que nada vuelve y que nada se va del todo. Conocer que el amor es un caballo desbocado buscando igualar al tiempo. Ser la ofrenda que interpela, la mano que nace después de tocar los mismos dolores de los otros. Todos los sentidos que esconde esta sentencia, y que recién ahora advierto, y que guardo para mí como un tesoro.
Uno más; y uno más que uno: muchos;  y uno más que uno mismo: otros.
Ser invulnerable, ahora veo, es esto.
Saber salir y saber entrar en el mismo movimiento: esa astrofísica del deseo.

1 comentario:

gustavoalejandrorada dijo...

Como coetáneo te lo digo: extraordinaria síntesis.