
(...)Mediados de setiembre
Vuelve el calor. Con el calor, las noches de la infancia. Noches interminables con olor a espiral de piretro y sonidos ahogados en las tinieblas: muebles, criaturas ciegas que medran en lo oscuro, ronquidos familiares. Lobizones y vampiros que rondaban bajo las lámparas del alumbrado público espaciadas por media cuadra de distancia. Islitas amarillentas de luz, circunvoladas por miles de polillas y cascarudos. Mas allá los suburbios: la Urquiza, Pueblo Soto, El Toledano.
Hacia el sur, el Diamante, y el pobrerío arrastrado por la correntada. Ese fue mi primer río.
Hubo otros.
Un vislumbre (sólo eso) del Paraná. Las aguas bañando la arena de mica en el Yuspe y los cuerpos dorados y tibios. Y el viejo a matar yararás en senderos fragantes. A palos. Vacaciones con olor a carpa, café con leche condensada y estrellas.
Noches como ríos donde navegaba el miedo a los vampiros y al lobizón. Rechinando los dientes, muy quedo y secreto. Solitario, inmóvil y transpirando bajo las sábanas. Hasta que Papá se levantaba al baño y ponía la pava al fuego. Todavía oscuro, todavía la noche como un río de petróleo, pero ya libre del miedo. Ya el pavor descomprimiéndose por las canillas y el chorro del inodoro. El marco amenazante de las ventanas llenándose de plantas y de pájaros ansiosos, desterrando los ojos y las garras, las criaturas mortíferas, el silencio de los latidos.
Ahora, en momentos así, en que vuelvo al terror de la infancia, bogando en la corriente hedionda, ni los amigos sirven, ni la luz del verano. Ahora es ahora, cuando escribo para que pasen las horas, para no morirme todavía. Ahora es cuando evoco el ancho San Francisco, el Iguazú, el Pilcomayo, el Mendoza, el Atuel y el añorado Mississipi de Huck. Tanta agua corriendo como luz.
Pero, no me engaño, cuando escribo, abajo, detrás, donde nadie llega sin mi guía, el Estigia y el barquero.
Yo sin cambio, sin una rodela de bronce para pagar la prestación.
Escribo porque, comprimido bajo los huesos de mi cráneo, como un tumor, viaja la peste por el Danubio, la barcaza llena de ratas y una figura pálida y calva vestida de negro. Un Klaus de pesadilla, más pesadilla que la de Werner, hace sonar los labios sedientos, se inclina sobre mi cuello y me mata para no morir.
.(...)
2 comentarios:
vampiro y lobizón se repite....
miedo a Klaus?
A MI ME TENÉS QUE TENR MIEDO!
OTRO RÍO, NAVEGABLE, TE AGUARDA CADA DIA IMPACIENTEMENTE. ¿A QUIÉN TE ENTREGAS EN ESA FOTO?
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