
El abuelo decía: enhabiendo cónque no importa dónde.
Los dónde. Cuántos. Sobre el pasto del verano junto a las vías del tren; en la cama individual de sábanas acartonadas durante la época de amores furtivos de la adolescencia; en los asientos que se pegaban a las pieles en varios autos; en las tres camas que tuvo mi matrimonio con actos oficiales y varios ilícitos; en la cama que heredé de ese mismo matrimonio, acostumbrada a navegar por los cuartos donde se asienta, en un mar de gemidos y fruición; en los sofás habitados por plumas de ganso, pulgas de gatos, con almohadones que mejoran o incomodan las posturas; en hoteles donde tu tiempo tiene un antes y un después, y un ahora limitado; en las zonas liberadas por parejas anteriores para mis pasiones presentes; sobre los pisos con colchón, frente a chimeneas con fuegos empalidecidos ante nuestros juegos; en las camas que escoran, revientan, rechazan, escapan, crujen, chillan, amenazan; sobre mesas, contra paredes, en sillas; pegados a árboles, tierra y cemento; pasajeros de sábanas y alfombras que levitan; rodeados del puro aire lleno de sortilegios de pie. Los lugares sagrados donde hemos asperjado la sangre y el semen; el flujo y el vino; los pelos y los besos. El cuero hecho baba, primos de la luna, esclavos de la lluvia y la nieve, parientes de toda estrella.
El espacio más íntimo y más compartido. La razón por la que creo y no creo en los dioses. La razón para crear.
Los dónde. Cuántos. Sobre el pasto del verano junto a las vías del tren; en la cama individual de sábanas acartonadas durante la época de amores furtivos de la adolescencia; en los asientos que se pegaban a las pieles en varios autos; en las tres camas que tuvo mi matrimonio con actos oficiales y varios ilícitos; en la cama que heredé de ese mismo matrimonio, acostumbrada a navegar por los cuartos donde se asienta, en un mar de gemidos y fruición; en los sofás habitados por plumas de ganso, pulgas de gatos, con almohadones que mejoran o incomodan las posturas; en hoteles donde tu tiempo tiene un antes y un después, y un ahora limitado; en las zonas liberadas por parejas anteriores para mis pasiones presentes; sobre los pisos con colchón, frente a chimeneas con fuegos empalidecidos ante nuestros juegos; en las camas que escoran, revientan, rechazan, escapan, crujen, chillan, amenazan; sobre mesas, contra paredes, en sillas; pegados a árboles, tierra y cemento; pasajeros de sábanas y alfombras que levitan; rodeados del puro aire lleno de sortilegios de pie. Los lugares sagrados donde hemos asperjado la sangre y el semen; el flujo y el vino; los pelos y los besos. El cuero hecho baba, primos de la luna, esclavos de la lluvia y la nieve, parientes de toda estrella.
El espacio más íntimo y más compartido. La razón por la que creo y no creo en los dioses. La razón para crear.
4 comentarios:
Y resbalar hacia arriba...
ese estado que se logra en las siestas del incedio.
estoy mareada de tanto viajar leyendote, en circulos horizontales y verticales. siempre el noble vino presente, los besos que son como las campanas que llaman a misa con alegria y por sobre todo los gemidos y la luna en sus estados dando su luz cristalina para que lo que se hace sea parte clara de ese volcan que llena de esa dulce energia, esos momentos de intenso amor
interesante blog.
interesantes fotografias.
te mando un aplauso y un salud!
Como extraño eso mi amor
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