
Si él no nos hubiera llenado en silencio de preguntas fundamentales, si no nos hubiera enseñado con los ojos las abiertas respuestas. Si no hubieramos crecido entre el olor a cedro de las bibliotecas llenas de los gritos ahogados de otros exploradores del tiempo y del espacio, si el aire libre no hubiera sido el elemento donde navegan nuestros cuerpos bajo el sol y las lunas. Si hasta el día de hoy no lo extrañara en su estricta transparencia ante la intemperie.
Hoy, otro 14 de junio en que a él le hubiera gustado volver a nacer, amaneció nevando en San Rafael.
En la finca de Cuadro Benegas las ramas de los árboles están grávidas de hielo y los pastos cortan con su cristal la mañana.
Si yo creyera en la resurrección, en el trajinar de los difuntos, si él no lo hubiera puesto en duda y nos la hubiera sembrado con sus manos de barro, diría que anda retozando en la nieve, asustando mojigatas, mirando el fuego, confabulando contra los sistemas injustos al lado de viejos sabios y de jóvenes ansiosos, tomando el vino del pasado con su hermano del alma.
Pero no creo.
Porque me enseñó a mirar con ojos abiertos, porque me enseño a buscar donde nadie busca, porque me enseñó a hablar, creo esto.
Palabras de homenaje a mi viejo: Don Carlos Décimo Sáez, nacido un 14 de junio de 1924, muerto antes de tiempo.
Enamorado de la pompa de la nieve, buscador de utopías.
2 comentarios:
Tu viejo fue un ser especial y así lo recordamos todos los que lo conocimos. Te dejó mucho y vos sabés reconocerlo en cada homenaje que le hacés.
Un abrazo.
él siempre con ese aspecto de estricto que daba un poquito de miedo cuando eramos niños y sin embargo blando como un copo de nieve por dentro cuando se refería a sus hijos. ¡hombres así no se van, se quedan para siempre!
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