martes, 24 de agosto de 2010

El 66 (Capítulo de nueva novela en curso)


Mi padre recién pasa los cuarenta años y es fuerte como un toro. Gordo, le dicen los íntimos. Es un lector empedernido. Todo le interesa: las siete artes, los mil oficios, las ciencias blandas, duras y difusas. Es un enciclopedista. Mi casa se ahonda en bibliotecas de cedro que huelen como a sacramento, a polvo y años; a silencio. Cree que la Historia la hace el hombre y sus trabajos. Por eso balancea su tiempo. Unas cuantas horas de lectura, muchas horas de militancia y tres trabajos. No se entretiene con crianzas dedicadas. Hay que seguirlo, adivinarlo, y cuando se puede, entenderlo. Mi madre lo traduce, aunque sospecho que mal.
- Tu padre quiere.
- A tu padre le gustaría.
- Dice el papá.
Todavía duermo en la habitación matrimonial, pero me apoliyo temprano y no escucho sus conversaciones. Y eso que me esfuerzo. No me queda otra que creer en lo que interpreta mamá.
A mí me encantaría dormir en la habitación de mis hermanos. Mi hermana es grande, anda por los dieciséis y mi hermano está por cumplir once. Los escucho reírse mucho. Entre ellos se divierten un montón. Pero a mí no me incluyen. Mi hermano todavía no se hace hippie, ni hace meditación trascendental. Mi hermana baila twist con las amigas. No me dejan husmear entre sus cosas. Gritan y me acusan cuando me ven entrar. Se burlan.
O sea que ando bastante sólo y todavía no sé que va a pasar conmigo. Nadie me dice nada. Levanto la mirada y trato de leer los ojos, los gestos de los grandes. Por ahora mi consuelo es el dulce de leche y los caramelos quegol. Colijo que el mundo anda mal. Que hay muchos pobres y pocos ricos que se quedan con todo. En mi casa se respira esperanza por la humanidad, que es algo mucho más grande que el barrio, y rechazo a los poderosos. De los poderosos no conozco ninguno porque todavía no sé leer y en mi mundo no existe la televisión, ni siquiera en la cuadra. Será que no son frívolos o no se muestran tanto.
Antes de las diez ya estoy en cama. Cenamos asado y papas fritas. Yo, además, una manzana rallada con un medicamento en polvo para mi problema de intestinos. No me cago en la cama, porque ya he crecido, pero nunca se sabe. Mamá a veces me despierta y me pone un frasco que ha sido de conservas en el pito para que orine. Dice que así no me mearé nunca mientras duermo.
Pero todavía estoy despierto cuando golpean la puerta. Primero normal, pero después unos golpes bárbaros.
- ¿Quién es? – pregunta mi viejo que todavía anda levantado.
Me destapo un poco para escuchar mejor.
- ¡La policía! ¡Abra la puerta, esto es un allanamiento!
Me escurro debajo de las cobijas y me tapo los ojos para que lo que va a pasar no pase. Pero no hay caso. Se escuchan corridas por toda la casa. Mis hermanos se visten de apuro y mi vieja se pone algo debajo de la faja. Papeles. Después se acerca y me pone los pantalones y los mocasines. En el bolsillo trasero del pantalón me pone dos carnés del partido de color rojo. El de papá y el de ella.
- Tranquilo, Caupito- me dice y me da un beso en la frente.-Quedáte sentado en la cama.
En un minuto la casa se llena de milicos. Andan por el patio y sobre el techo. Corren. Me da miedo que el techo se hunda. Huelen al aceite de las pistolas y a grasa humana. Buscan libros, propaganda del partido, información, armas. Dan vuelta el ropero, los colchones, tiran los libros de la biblioteca, sacan las ollas, buscan debajo de las camas. Picarón, el perro que recogió mi viejo, entra corriendo y se mete debajo de mi cama. Le acaricio el hocico. Mi hermana les habla a los milicos con indignación. Dice algo de libertad, dice que los comunistas peleamos por un mundo donde los policías no se las agarren con los trabajadores y otras cosas que no entiendo. Es brava mi hermana. Mi viejo la mira orgulloso. Mi hermano también la mira, pero me parece que quiere hacerla callar. Mi mamá está muy nerviosa, a cada rato viene y me abraza.
Parece que ya están terminando. Pero no. En el marco de la puerta de la habitación se para un tipo sin uniforme. Tiene el pelo canoso y bigotes negros. Los otros policías le hablan en voz baja. Él sólo mueve la cabeza. Me mira. Yo no sé que hacer.
- ¿Vos también sos comunista, che, rubito?-su voz, extrañamente es aflautada, sibilante.
Yo me miro las manos. Las tengo partidas por andar jugando en la tierra. Algo como una rabia me sale de adentro. Algo familiar.
- Sí-le contesto sin levantar la cabeza.
- Ja, estamos jodidos-dice, y se va.
Habla algo con mi viejo y después ordena la retirada. Se llevan algunos fascículos de la “Revista Internacional”, que lee papá, y nada más.
El perro sale de debajo de la cama y pica para el fondo. Nos quedamos un rato en silencio por las dudas que hayan quedado milicos en el patio. Después, respiramos aliviados. Mi vieja me desviste y saca los carnés del pantalón. Se los muestra a mi viejo. Papá me dedica una sonrisa con los ojos. Yo ya sé que significa. Cuando mamá me está por acostar, le pido que me ponga el frasco.
- No daba más- le digo, y siento salir el chorro.

5 comentarios:

Sergio dijo...

Prometedora, la novela. Me parece muy bueno el camino de la primera persona, como posibilidad de ficcionalizar.

Liliana dijo...

Me parece sentir el olor de tu casa... escuchar las voces de tus viejos y las risas (que algunas vez compartí) de tus hermanos. La bravura de tu hermana, yo también siempre la supe valiente. Era un referente. Y vos, un chiquillo con el pelo ensortijado y la mirada azul, cortante, como si hubieras querido esconder al futuro poeta que hoy sos.

indiatuel dijo...

el olor a cedro en el living-comedor y a kerosene del lampazo, o de las cosas de tu papa en el "garage" donde estaba la estufa de los asados de la cena. Que ternura me dio, "dice el pap'a............"
Que familia tan linda la tuya. Muuuy lindo y bien escrito.

topo dijo...

nunca tan cerca de lo que es tu familia y mira que la conozco, la verdad que siento una nostalgia terrible. Aquellas epocas nos marcaron y dejaron huellas, gracias le pido a Dios por haber sido parte en aquelos dias de tu familia un abrazo por siempre tu hermano de la infancia. Otra cosa jamas podria enojarme con vos cuidate

Douglas Quail dijo...

coincido con los comentarios,
nos metiste a todos en ese momento.
Me gusta tu familia,
el lugar ideal para criar un Caupito.

Te envié el mail con la music.
Abrazo