jueves, 14 de marzo de 2019

Ilusiones



Pienso: nunca han sobrevolado los buitres esta ciudad perdida; nunca el hedor de la sangre se ha expandido como una nube densa de moscas; no hemos tenido que lidiar con las imágenes de los rostros desencajados de los vecinos, ni con el grito múltiple, ni con el barro salado. Qué suerte de novatos; buena o mala.
Pienso, también, en lo nuestro, en la densidad del dolor por cuadra, por cada cien metros lineales de casas; en la tasa de sufrimiento familiar medida en estómagos estrujados, en cuellos vencidos por el peso, por deudas impagables con el pasado, o en mora ejecutable con el futuro. Cenizas de vanidades esparcidas al viento de la muerte lenta; espléndidos proyectos adolescentes atendiendo rapipagos, cambiando los días por dos con cincuenta, desfalleciendo entre paredes insalvables. Sin preguntas al aire, sin respuestas de dios ante el espejo.
Pienso, también en mí. Pienso, más que nada, en quitarme importancia. En tratar de fluir entre luces que se hunden, veloces, en el ayer. Estos ojos preciosos que han visto todo y que viven para contarlo, aún no han visto nada. Soy otro iluso, ya lo sé. Tengo incluso, la ilusión de la diferencia.
El miedo está construido con las precisas medidas de nuestras capacidades, como un enemigo perfecto. El camino, en cambio, nos excede, va más allá. Plus ultra, pues.

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