jueves, 27 de mayo de 2021

Fundamentalistas de la supervivencia


 

Todos somos, de algún modo, fundamentalistas de la supervivencia.

Pero, en el fragor de plumas que es nuestra vida, esa red de caminos que nos pone ante la evanescente encrucijada del instante, decidimos por ilusiones: La muerte no existe aún, hay un paso más que puedo dar, libre y seguro. Ahá…

Hay un libro sobre halcones y presas. El paciente inglés que lo escribió mientras dejaba bogar las horas llenándose de cielos, de ríos y de bosques observando las aves, se atrevía a compararnos con las criaturas de la fronda “El miedo libera poder. Tal vez el hombre sería más tolerante, menos irritable y engreído, si tuviera más miedo. No digo más miedo a lo intangible, la asfixia del introvertido, sino miedo físico, el sudor frío de miedo por la propia vida, miedo a la amenaza de la bestia oculta, inminente, erizada, de fauces atroces, ávida de nuestra sangre salada y caliente” J.A. Baker

Tal vez es eso. Tal vez se trate de no poder reconocer en la vida cotidiana, sus afanes y sus tareas urgentes, el terreno de lo circunstancial, de lo contingente, de lo ilusorio, lo que nos arroga de una importancia odiosa. Los boludos (mentecatos, zotes o giles que tendemos a pensar que son los demás y nunca quien escribe o lee esto), no pueden creer que todo podría terminar. O sí. Se les/nos podría terminar la gran Quimera del oro, o del plástico de la tarjeta, o del tiempo circulante o en cuotas, o del cuerpo ideal, o de la “escena soñada” por celular, o cualquiera de las millones de alucinetas que consumimos frenéticos ante las pantallas, mientras el agua para el mate se nos hierve. Qué hoo rror!

Para el cobayo la rueda, la mano que le limpia o rellena el nido, el tarrito con agua, los ojos helados del amo, son el mundo. Allí van, con superfluos superflúos, con marcas cubriendo cicatrices, ruidosos y confiados, echando las heces y el aliento en los tips de sus etiquetas: rojo, jipi, negro, vago, cool, yo tengo, yo no tengo, yo quiero, yo no quiero, saludable, vuela alto, no te rindas, rendí, Libertad, Libertad, Libertad!

Perdón, vomito y vuelvo. Dos segundos mientras pienso.

Uf, prosigo. Sostienen con la vida, la locura de un sistema perverso. Se hace un mundo de miedo, de mierda, por eso. Se hace mierda el mundo.

Supervivir debe ser otra cosa. Leer, en las marismas pútridas del día a día, nuestra potencia de caminantes, la conciencia fulgurante de que estamos hechos del tiempo preciso que nos brilla en los ojos. Saber el sabor amargo de la nada, del dolor, de los otros, da perspectiva. Amplía, expande, encela. Da ganas. 

Abraza, aún en tiempos de pandemia.

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